El domingo 7 de octubre,
como cada primer domingo de mes, desde hace ya algún tiempo, fuimos
al rastro. Reconozco que, al principio estar entre los puestos de
“cosas viejas”, ese olor característico de los libros viejos, y
la rara sensación de tocar cosas que otros muchos habían tocado, no
me resultaban agradables. Pero, a cada visita se me iban pasando
estas sensaciones, y la visita al rastro ya se ha convertido en una
obligación. Ir y echar un vistazo, a ver qué hay es una atractiva
aventura. Hay unos cuantos vendedores que también son fieles y
siempre están, ya tenemos nuestros favoritos y ya sabemos en qué
puestos podemos encontrar algo de nuestro interés.
Nunca volvemos con las
manos vacías, siempre hay algo que consigue captar nuestra atención.
En fin, que como dije el domingo 7 de octubre decidimos ir a echar el
vistazo habitual, el buen tiempo hizo que cambiáramos la forma de
llegar a la plaza Mayor, habitualmente vamos en coche, pues bien,
íbamos andando por las inmediaciones del jardín del Posío, y al
llegar a la calle del padre Feijoó comentamos que teniamos a este
genial personaje ourensano muy abandonado, hacía tiempo revisamos su
vida, sus obras, e incluso nos acercamos a Melias, donde vivió. Nos
costó un poco encontrar la casa, pero al fin dimos con ella. Las
lecturas de aquellos días nos descubrieron a un personaje
extraordinario, adelantado a su tiempo, y gran defensor de la mujer.
Llegamos a la plaza Mayor
empezando nuestro recorrido por donde es habitual que terminemos,
junto al Museo Arqueológico, fuimos revisando puesto a puesto, como
siempre, hasta llegar a uno de los que casi siempre tiene algo que
nos interesa, su responsable una chica a la que le gusta conversar,
conoce ya nuestros gustos y casi siempre parece haberse acordado de
nosotros y trae algo que nos llama la atención, después del saludo
y pequeña charla, nos enseña un libro que ya había captado nuestra
atención, al fondo del puesto, encuadernado en tonos blanquecinos y
con un material hoy poco corriente, era nada más y nada menos que un
espectacular tomo de las Cartas Eruditas del padre Feijoo !qué
casualidad!, justo el día que viene a nuestra mente y a nuestra
conversación de camino al rastro, parece como si el destino
estableciese relaciones. El ejemplar, con tapas de pergamino, era
precioso, y entre las cartas que recogía se encontraba la dedicada
al Sistema Copernicano, no nos pudimos resistir. Las tapas, a las que
aún conserva sujetos una especie de pequeño botón y un hilo que
debía ser un sistema para mantener el libro cerrado, tienen un tacto
especial, al igual que las hojas, una pequeña joya, cuarta edición
de las cartas, publicado, nada más y nada menos, que en 1759.
Irresistible adquirirlo, ver los nervios que tenía Paco mientras lo
sostenía en sus manos me conmovió.
En nuestra búsqueda de
estas joyas, hemos encontrado cosas en sitios mucho más lejanos,
accesibles si, y cómodos, gracias a Internet, pero es toda una
lección, de nuevo para mí, para que valore más el rastro de
nuestra ciudad , y le coja cada vez más cariño, y piense en él
como una fuente nada despreciable en la que encontrar esas cosas que
nos interesan, haber encontrado este preciosísimo ejemplar tan
antiguo de un ourensano genial, ¡todo queda en casa!.
Inspirado
por Benito Feijoo y sus Carta titulada “Sobre el Sistema
Copernicano” a partir de una antigua lámina, The
Copernican system.
Based on an illustration from the book of Andreas Cellarius Harmonia
Macrocosmica (1595-1695)
Source:
Institute for History and Foundations of Science
R.H. van Gent
Institute for History and Foundations of Science
R.H. van Gent
Paco
preparó esta estupenda animación en la que los elementos del
Sistema Copernicano toman vida con médios del siglo
XXI.
Y en 3D